Quiero palabras fuertes
Quiero palabras fuertes, detonantes;
que rujan, que destellen;
exploten en sonidos delirantes;
iluminen el ruido de la noche;
a los muertos levanten:
palabras-fósforo, palabras-trueno,
cañón, metralla, cohete.
Quiero palabras que no se intimiden
ni se arredren con sombras de nostalgia;
palabras migratorias
que permitan cruzar sin pasaporte:
palabras-salida, palabras-túnel,
vía rápida, avenida,
palabras-puente.
Quiero palabras que aplasten gigantes,
palabras-dragón, palabras-montaña,
grandiosas palabras-kamikaze.
Denme palabras mil, palabra denme
se tornen en palabras-semillero
o tras mil me regalen, sólo quiero
convertir-las palabras-artillero
que derritan palabras-desencanto,
y así también destierren
palabras-bomba, snuff, cuerno de chivo,
las aplasten, derroten;
que cimbren los cimientos de la guerra
del viaje sin retorno.
Poemas de seducción IV
Te seduciré
con una pera y un racimo de uvas.
Con las uvas
bañaré tu cuerpo
para beber sus gotas una a una.
La pera la comeré en cuclillas
sobre tu rostro.
I
Lloro por las cosas pequeñas
y por las grandes también,
y a veces no distingo entre unas ni otras:
lloré cuando vi en televisión a Enriqueta Basilio encender la Llama Olímpica;
cuando Neil Armstrong pisó por primera vez la Luna;
cuando Sebastião Salgado retrató Serra Pelada en Brasil;
cuando las aves del Golfo se ahogaron en el oro negro,
y cuando escuché el llanto de mi primera nieta al nacer.
Igualmente lloro cuando se suma uno más a la lista de desaparecidos;
mueren más migrantes al cruzar la frontera;
aparecen los miembros de una mujer esparcida en el desierto;
o presiento una muerte tras el impacto de una bala que silba tras la noche.
Lloro, también, con las cifras de las muertas de Juárez;
de los caídos en las huelgas de hambre;
de los masacrados en las guerras;
de los secuestrados;
de los violados…
Lloro cuando una anciana famélica toca a mi puerta;
cuando un niño aúlla atropellado por el hambre;
cuando dos globos penden danzantes de los glúteos de una joven embarazada en el crucero de la esquina.
Asimismo lloro cuando asesinan una saraguata para secuestrar a su pequeño;
o cuando los delfines se suicidan en las playas del Pacífico.
Simplemente, lloro:
cuando me doy cuenta de mi impotencia;
cuando me dicen que es absurdo llorar por nada;
cuando me preguntan por qué lloro si estoy viva;
cuando la vida pasa y todo es lloro…
II
Día con día vivimos el thriller
que nos mantiene pegados a la butaca,
contemplando el asalto del vecino;
el secuestro express, el no tan express
y el de largo plazo;
padeciendo al hacker bancario;
soportando las cárceles privadas…
Nos arrojamos en el laberinto del suspenso
y pagamos por un sueño de acción,
convencidos de que el vengador del futuro
llegará con arrojo y firmeza a resolverlo todo;
pero no hay héroes que basten:
al igual que los semidioses griegos,
los contemporáneos han ido cayendo poco a poco,
y los del futuro aún no nacen…
IV
Adolorida en sus fueros,
la diosa de la tierra aspira el cansancio de las hembras que han floreado el desierto,
que han iluminado el horizonte con su cauda de ébano.
Mujeres-montaña languidecen ante la custodia del cactus.
Cual diosa azteca se calcinan en la cama de arena;
entre ortigas y yucas resplandecen en la sangre del buitre.
Vergüenza me da vivir frente a su tumba expuesta;
vergüenza de no dar mi vida por ellas,
si ya habíamos dicho “ni una más”
…
vergüenza me da.
(Nació en Mexicali, Baja California, en 1954. En poesía publicó, entre otras obras, “Poemas de seducción”, en 1981; “De amor gozoso” y “Textículos”, 1992; “Bolereando el llanto”, 1993; “Poesía reunida”, 2014; y “Poemas por Ciudad Juárez”, 2016. Recibió el Premio Nacional de Literatura Carlos Monsiváis; el Gilberto Owen y la beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte, entre otros reconocimientos. Además de su obra escrita, publicó tres discos de blues y tres audiolibros de cuentos. Atesora también una larga trayectoria como editora. Fundó las editoriales Panfleto y Pantomima y Desliz Ediciones).