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  • Coral Bracho (México) / En el agua de la cordura

    Sus brillos graves y apacibles

    Vivo junto al hombre que amo;
    en el lugar cambiante;
    en el recinto que colman los siete vientos. A la orilla del mar.
    Y su pasión rebasa en espesor a las olas.
    Y su ternura vuelve diáfanos y entrañables los días. Alimento
    de dioses son sus labios; sus brillos graves
    y apacibles.

    Mariposa

    Como una moneda girando
    bajo el hilo de sol
    cruza la mariposa encendida
    ante la flor de albahaca.

    La penumbra del cuarto

    Entra el lenguaje.

    Los dos se acercan a los mismos objetos. Los tocan
    del mismo modo. Los apilan igual. Dejan e ignoran
    las mismas cosas.

    Cuando se enfrentan, saben que son el límite
    uno del otro.

    Son creador y criatura.
    Son imagen,
    modelo,
    uno del otro.

    La voz indígena

    Es un dolor
    de voz que se apaga. De voz eterna
    y profunda
    que así se apaga. Que así se apaga
    para nosotros.

    Una piedra en el agua de la cordura

    Una piedra en el agua de la cordura
    abisma las coordenadas que nos sostienen
    entre perfectos círculos

    Al fondo,

    Pende en la sombra el hilo de la cordura
    entre este punto
    y aquél
    entre este punto
    y aquél

    y si uno
    se columpia
    sobre sus rombos,
    verá el espacio multiplicarse
    bajo los breves arcos de la cordura, verá sus gestos
    recortados e iguales
    si luego baja
    y se sienta
    y se ve meciéndose.

    La brisa

    La brisa toca con sus yemas
    el suave envés de las hojas. Brillan
    y giran levemente.
    Las sobresalta y alza
    con un suspiro, con otro. Las pone alerta.

    Como los dedos sensitivos de un ciego
    hurgan entre el viento las hojas;
    buscan y descifran sus bordes,
    sus relieves de oleaje, su espesor.
    Cimbran
    sus fluidas teclas silenciosas.

    Dame, tierra, tu noche

    En tus aguas profundas,
    en su quietud
    de jade, acógeme, tierra espectral.
    Tierra de silencios
    y brillos,
    de sueños breves como constelaciones,
    como vetas de sol
    en un ojo de tigre. Dame tu oscuro rostro,
    tu tiempo terso para cubrirme,
    tu suave voz. Con trazos finos
    hablaría.
    Con arenas de cuarzo trazaría este rumor,
    este venero entre cristales.
    Dame tu noche;
    el ígneo gesto de tu noche
    para entrever.
    Dame tu abismo y tu negro espejo.
    Hondos parajes se abren
    como fruto estelar, como universos
    de amatista bajo la luz. Dame su ardor,
    dame su cielo efímero,
    su verde oculto: algún sendero
    se abrirá para mí, algún matiz
    entre sus costas de agua.
    Entre tus bosques de tiniebla,
    tierra, dame el silencio y la ebriedad;
    dame la oblea del tiempo; la brasa tenue
    y azorada del tiempo; su exultante
    raíz; su fuego, el eco
    bajo el ahondado laberinto. Dame
    tu soledad.
    Y en ella,
    bajo tu celo de obsidiana,
    desde tus muros, y antes del nuevo día,
    dame en una grieta el umbral
    y su esplendor furtivo.

    (Coral Bracho nació en Ciudad de México, en 1952. Entre sus obras publicadas figuran “Peces de piel fugaz”, en 1977; “Bajo el destello líquido. Poesía 1978-1981”, en 1988; “Huellas de luz”, en 1994; “Ese espacio, ese jardín”, 2004; y “Poesía reunida. 1977-2018”. Atesora una serie notable de reconocimientos, el más reciente de los cuales es el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca. En 2023 había recibido el premio en Lenguas Romances de la Feria del Libro de Guadalajara, precedido por el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, 1981; el Xavier Villaurrutia, 2003; el Internacional de Zacatecas, 2011; el Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, 2016; y el Nacional de Letras de Sinaloa, 2017. Poemas suyos están incluidos en gran cantidad de antologías. Es también traductora).

Declarada de interés cultural (2014)

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