Luis Eduardo García (Perú) / Chispa de luz

16

A cada quien le toca un pedazo de cielo
o un tramo de tierra.
A cada quien la vida le regala una chispa de luz
o un retazo de sombra.
A cada quien el destino lo premia con un regreso
o una partida en la víspera.
A cada quien le llega la pobreza del bien
o la riqueza del mal.
A cada quien el pasado lo lacera con fuego
o con simples palabras de humo.
A cada quien el porvenir le reserva un lugar
o un vacío en la nada.

3

Por los ojos entra el amor
y por allí mismo sale,
envenenado.
Cuando abunda
la piel se abre
como una flor
y a partir de ella
gira el universo entero.
Cuando escasea,
las pupilas son ciegas
y destilan un agua sin vida.
Ojos, universo y pupilas juntas
no alcanzarán jamás la verdad.
La luz que nos ilumina de súbito
es la misma sombra que nos oscurece.

6

Yo amé a una muchacha azul,
pero ella amó más al color
que a mis malos modales de poeta.
La noche era nuestra infinitud,
pero luego se convirtió
en un lejano agujero negro.
“La materia no se crea ni se detruye,
solo se transforma”, me dijo.
Y su voz sonó como un disparo sordo
en la gran noche del cosmos.

11

Cuando la belleza está demasiado cerca
es invisible a los ojos de un ciego que ve.
Y el ciego que ve deja pasar ese torrente,
aplaza ese caos imprevisto para otra hora,
para otro día, para otro mes, para otro año.
Pero cuando toma conciencia del fantasma
que cruza sin apuro la profundidad del vacío,
el invidente ve crecer el día en su guarida
y corre tras los pasos de esa estela de luz.
El esfuerzo es entonces inútil,
y más que inútil incongruente.
El tren de la ausencia ha llegado
a la estación del nunca jamás.

19

La vida, como los cuerpos,
conserva profundas cicatrices,
viejos dolores presentes
que acariciamos con las yemas
de los dedos.
A esas feas arrugas
acercamos los labios
porque así besamos el pasado
en el que fuimos felices.
Pero ese amasijo de carnes
acoge sus propios rencores:
cuando no las acariciamos,
son simples guaridas de afecto,
odiosos mecanismos de amor
o heridas que duelen sin doler.

La vida, como los cuerpos,
tiene su propio historial de sangre,
sus propios crímenes ocultos,
y sus propias fortunas mal habidas.
¿Quién nos cura del dolor
que no duele,
de la herida
que no sangra,
de la cicatriz
que nunca cierra?
Los dolores más intensos
proceden siempre del ayer,
de allí vienen
esos grotescos ramalazos
de piel que nos conmueven,
esos cruentos castigos
que padecemos
por no saber distinguir
el recuerdo del rencor.

(Nació en Chulucanas, Piura, en 1963. En 1985 obtuvo el premio Poeta Joven del Perú, que es uno de los galardones más apreciados en su país. Ya en 2009, le fue adjudicado el tercer premio del Concurso Internacional Copé de Poesía. Entre sus títulos publicados figuran “Dialogando el extravío”, “El exilio y los comunes”, “Confesiones de la tribu”, “Teorema del navegante” y “Manual de sabiduría”. Es también narrador y docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte. Reside en Trujillo).

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