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  • Nos trae el mejor de los cuentos

    CÉSAR VALLEJO

    Los pasos lejanos

    Mi padre duerme. Su semblante augusto
    figura un apacible corazón;
    está ahora tan dulce…
    si hay algo en él de amargo, seré yo.

    Hay soledad en el hogar; se reza,
    y no hay noticias de los hijos hoy.
    Mi padre se despierta, ausculta
    la huida a Egipto, el restañante adiós.
    Está ahora tan cerca;
    si hay algo en él de lejos, seré yo.

    Y mi madre pasea allá en los huertos,
    saboreando un sabor ya sin sabor.
    Está ahora tan suave,
    tan ala, tan salida, tan amor.

    Hay soledad en el hogar sin bulla,
    sin noticias, sin verde, sin niñez.
    Y si hay algo quebrado en esta tarde,
    y que baja y que cruje,
    son dos viejos caminos blancos, curvos.
    Por ellos va mi corazón a pie.

    (Santiago de Chuco, Perú, 1892-París, Francia, 1938).

    JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ

    VIII

    Mi padre partió una tarde a España.
    Antes de partir, me dijo:
    Hijo mío, sigue la vía recta,
    Tú tienes títulos.
    En esta época tan cruel
    No padecerás.

    Por dicha experiencia de años anteriores
    Van y vienen voces ligadas a ti,
    Padre.
    Y me basta ahora y siempre
    El salvoconducto de tu sangre
    Mi partida de nacimiento con las inscripciones dúctiles
    Del otro reino.

    Ahora te digo:
    No tengo títulos
    Tiemblo cada vez que me abrazan
    Aún
    No cuelgo en la carnicería.

    Y ésta es mi réplica
    (Para ti):
    Un sentimiento diáfano de amor
    Una hermosa carta que no envío.

    (Altagracia de Orituco, Venezuela, 1922-Caracas, 2003).

    MARÍA DEL CARMEN COLOMBO

    Carta a papá

    Miserable estratagema
    para tenerte parecerme
    a vos

    ser en espejada lejanía
    lo que brilla por ausencia
    una estrella

    no me llames ilusa
    estoy arriba
    reina de la nada
    ardiendo en mis heridas

    soy tu pequeño espejismo
    qué peor atadura

    ah, si quisieras llegar hasta aquí
    y entraras en esta luz

    en todo caso si así fuera, querido mío
    la luz hiere, la luz es realidad

    (Buenos Aires, 1950)

    SALVATORE QUASIMODO

    Ávidamente tiendo mi mano

    En pobreza de carne, como soy
    heme aquí, Padre; polvo de camino
    que el viento en su perdón eleva apenas.

    Mas si afinar no sabía otrora
    la primitiva voz, entonces tosca,
    ávidamente tiendo mi mano:
    dame dolor comida cotidiana.

    (Modica, Italia, 1901-Amalfi, Italia, 1968).
    Versión de Leopoldo Di Leo

    JORGE CARRERA ANDRADE

    III

    Aquí desciendes, padre, cada tarde
    del caballo luciente como el agua
    con espuma de marcha y de fatiga.
    Nos traes la ciudad bien ordenada
    en números y rostros: el mejor de los cuentos.
    Tu frente resplandece como el oro,
    patriarca, hombre de ley, de cuyas manos
    nacen las cosas en su sitio propio.

    Cada hortaliza o árbol,
    cada terja o ventana, te deben su existencia.
    Levantaste tu casa en el desierto,
    correr hiciste el agua, ordenaste la huerta,
    padre del palomar y de la cuadra,
    del pozo doctoral y del umbroso patio.
    En tu mesa florida de familia
    reía tu maíz solar de magistrado.

    Mas, la muerte, de pronto
    llegó al patio espantando las palomas
    con su caballo gris y su manto de polvo.
    Azucenas y sábanas, entre luces atónitas,
    de nieve funeral
    el dormitorio helaron de la casa.
    Y un rostro se imprimió para siempre en la noche
    como una hermosa máscara.

    Es el pozo, privado de sus astros,
    noche en profundidad, cielo vacío.
    Y el palomar y huerta ya arrasados
    se llaman noche, olvido.
    Bolsa de aire no más, noche con plumas
    es el muerto pichón. Se llama noche
    el paisaje abolido. Sólo orugas habitan
    la noche de ese rostro yacente entre las flores.

    (Quito, 1903-ib. 1978).

    DAMARIS CALDERÓN

    Instantánea
    (de mi padre)

    No bebía
    tenía el renunciamiento de un pez en el Sahara
    de una vaca castrada por los banderilleros de la feria.
    Comunista, pudo haber sido masón o cuáquero.
    Igual le habrían cortado los nudillos,
    igual habría partido su tazón con nadie.
    En deplorables noches montaba a mi madre
    como quien coge un tren equivocadamente.
    Ah la pradera donde fue comido por los buitres
    (sus hijos).
    Ah este sol implacable sobre mis ojos.

    (Matanzas, Cuba, 1967).

Declarada de interés cultural (2014)

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