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  • David Eloy Rodríguez (España) / Un niño secreto vive

    Apariciones fugaces de prodigiosa duración

    Súbditos de regiones clausuradas,
    lejos de la verdad
    de cada cosa,
    malgastamos el tiempo en este exilio
    en el vano país
    de lo evidente:
    esta enorme prisión,
    este baile deshabitado.

    Pero un niño secreto vive
    bajo todas las máscaras.

    A veces asoma su sed
    yugular, descubre sus ojos primordiales,
    y nos reconocemos:
    vislumbramos en su inocencia libertaria
    qué somos, quiénes.
    La vida ocurre entonces:
    hallazgo, sentido, reunión,
    certeza de ser, la justicia
    de una respiración tan verdadera
    en los resucitados.

    Ese niño secreto
    se asfixia en la maleza de ilusiones,
    se araña en signos huecos, mentirosos,
    es por eso que nos implora
    y susurra al oído su plegaria
    como si nos dictase
    la letra de canciones imposibles:

    Habría que esquivar la muerte,

    sus fauces tan abiertas,
    vivir las horas
    en crudo, de asombro en asombro.
    Habría que nacer, darse a nacer,
    tener la audacia
    de aquiestar en el mundo,
    probar a lo que sabe algo sin nombre,
    apoyar las dos manos en su vértigo.

    Sólo somos si somos aventura.

    Sólo lo fugitivo permanece.

    Pero no escuchamos bien qué dice
    –hay quizás demasiado ruido
    y no entendemos nada, nada.

    ¿Lograremos hoy el milagro
    de la revelación de la materia?
    ¿Arribaremos absolutos,
    íntegros, a los otros?
    ¿Podremos hoy vencer los miedos
    y ver más claro, hacer verdad?

    Casi todo nos pasa inadvertido.

    Un niño prisionero se hace sangre.

    Hablar como si sólo hubiera
    unas pocas palabras
    y fueran para siempre.
    Todo poema debe ser la carta de un suicida.

    El poema es la erección del ahorcado.
    Demasiado tarde y para nadie. Pero ahí.

    Vistas al campo de batalla

    Saben el precio de una vida,
    el precio de una nube,
    el precio del amor.
    Sólo conocen bosques maderables,
    y en sus planes se agrandan
    los dominios de su crueldad.

    Avanzan:
    sepulcros a merced de la corriente.

    Avanzan:
    como avanza el silencio,
    como se pudre un cadáver.

    Mientras,
    la belleza de los desertores
    se ríe de los cálculos.

    Mientras,
    respiramos en el tiempo de la asfixia.

    Mientras,
    intentamos mirar
    no con la mirada del amo.

    Labor

    Yo traje a este sitio mi cuerpo
    y aquí lo desgasto en jornadas,
    aquí me esfuerzo de luna a luna
    hasta que la palabra descanso
    florece hermosísima en la boca.
    El techo bajo el que nos guarecemos
    es provisional e inestable; en ocasiones
    confundimos todo esto con un hogar.
    Conformamos una familia extraña:
    hermanos bajo las luces permanentemente encendidas
    de la videovigilancia, sacándole punta al tiempo
    en una labor enhebrada por obediencias
    y desobediencias, sutiles percepciones,
    soledades y compañías, diálogos callados.
    Vistos desde lejos parecemos granos de arena
    arrastrados por un viento inútil. “¿Y qué importa?”,
    nos decimos los unos a los otros.
    Pero en los sueños murmuran sombras
    que nos interrogan y nos turban, que musitan:
    “¿Cómo se puede ser arena
    sin ser desierto, sin sufrir la sed?”

    El jornal no paga la sangre de mis horas, su alto sacrificio.

    En el trabajo está prohibido hablar.
    Pero yo hablo. Todos hablan.

    Digámoslo todo

    Los poetas cocinan en sus dependencias terrestres
    el caldo de la resurrección con aceite de revuelta,
    mezclan los ingredientes a su antojo,
    inventan recetas a partir de tratados antiguos.

    Cada cual con su lastre de palabras heridas.
    Cada cual con su sombra y su malentendido.
    Cada cual con su cuerpo que envejece.

    El humo del guiso sale por las chimeneas
    de la casa del tiempo verdadero,
    y, realmente, abre el apetito oler ese sabor.

    Sin embargo, y también hay que decirlo,
    es cierto que casi ningún poeta
    tiene carné de conducir,
    y a pocos les alcanza para pagar el alquiler.

    ¡Qué viejo y emocionante oficio!

    Lastimados, lastimosos poetas:
    condenaron sus sueños a la cárcel,
    y sus sueños no querían ir.

    Marat – Sade, 1998

    El problema ahora
    es que hay muchos vigilantes
    y pocos locos.
    El problema ahora
    es que la jaula está
    en el interior del pájaro.

    (Nació en Cáceres, en 1976. En poesía publicó “Chrauf”, 1996; “Miedo de ser escarcha”, 2000; “Asombros”, 2006; “Los huidos”, 2008; “Para nombrar una ciudad”, 2010; “Lo que iba diciendo”, 2012; “Desórdenes” y “La poesía vista desde el espacio”, 2014; “Escalones que descienden hacia arriba”, 2017; y “Los animales heridos”, 2019, entre otros. Asimismo, cuenta con una antología bilingüe publicada en Italia. Es también autor de relatos, ensayos y libros para la niñez. Desarrolló el espectáculo “Animales heridos”, junto a la música Virginia Moreno. Es autor de canciones).