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  • Amalia Bautista (España) / Con amapolas en los labios

    Ida y vuelta

    Cuando nos dirigimos al amor
    todos vamos ardiendo.
    Llevamos amapolas en los labios
    y una chispa de fuego en la mirada.
    Sentimos que la sangre
    nos golpea las sienes, las ingles, las muñecas.
    Damos y recibimos rosas rojas
    y rojo es el espejo de la alcoba en penumbra.

    Cuando volvemos del amor, marchitos,
    rechazados, culpables
    o simplemente absurdos,
    regresamos muy pálidos, muy fríos.
    Con los ojos en blanco, más canas y la cifra
    de leucocitos por las nubes,
    somos un esqueleto y su derrota.

    A dieta

    Me acosté sin cenar, y aquella noche
    soñé que te comía el corazón.
    Supongo que sería por el hambre.
    Mientras yo devoraba aquella fruta,
    que era dulce y amarga al mismo tiempo,
    tú me besabas con los labios fríos,
    más fríos y más pálidos que nunca.
    Supongo que sería por la muerte.

    El pesaje del corazón

    Que nadie por tu culpa haya pasado hambre,
    haya sentido miedo o frío.
    Que nadie haya dejado de vivir por tu culpa,
    ni temido la muerte, ni deseado morir.
    Que ninguno haya dicho tu nombre con espanto
    o mirado tu rostro con desprecio.
    Que los demás te lloren cuando partas.
    Así tu corazón no habrá albergado el plomo
    que lastra las mudanzas.
    Así tu corazón será más leve
    que la más leve pluma.

    Canto de las espigas

    No cantan, eso son fabulaciones
    de la gente que nunca ha trabajado en el campo.
    Son mentiras piadosas con barniz sensiblero
    que inventan los artistas y los cursis,
    si es que no son los mismos.
    Supongo que lo que hacen las espigas
    son cortes en las manos,
    pero de las heridas que sangran no se habla.

    Caperucita roja

    Al otro lado de este bosque inmenso
    me espera el mundo. Todo lo que he visto
    sólo en mis sueños tiene que esperarme
    al otro lado de este bosque. Es hora
    de ponerme en camino, aunque el viaje
    se lleve varios años de mi vida.
    De pronto escucho aullar la voz de siempre,
    la que siempre ha logrado detenerme:
    “Al lado de este bosque, niña,
    sólo espera la casa en la que mueres”.

    Desnudo de mujer

    Para ti nunca fui más que un pedazo
    de mármol. Esculpiste en él mi cuerpo,
    un cuerpo de mujer blanco y hermoso,
    en el que nunca viste más que piedra
    y el orgullo, eso sí, de tu trabajo.
    jamás imaginaste que te amaba
    y que me estremecía cuando, dulce,
    moldeabas mis senos y mis hombros,
    o alisabas mis muslos y mi vientre.
    Hoy estoy en un parque, donde sufro
    los rigores del frío en el invierno,
    y en verano me abraso de tal modo
    que ni siquiera los gorriones vienen
    a posarse en mis manos porque queman.
    Pero, de todo, lo que más me duele
    es bajar la cabeza y ver la placa:
    «Desnudo de mujer», como otras muchas.
    Ni de ponerme un nombre te acordaste.

    Nació en Madrid, en 1962. Entre sus obras publicadas figuran “Cárcel de amor”, 1988; “La mujer de Lot y otros poemas”, 1995; “Cuéntamelo otra vez”, 1999; “Estoy ausente”, 2004; “Tres deseos. Poesía reunida” (2006, con nueva edición en 2010); y “Falsa pimienta”, 2013. Es también autora de poemas para la niñez. Fue incluida en varias antologías y publicada en Portugal. Poemas suyos fueron traducidos al árabe, italiano y ruso. Asimismo, editó la antología “Juegos de inteligencia”, de la poeta mexicana Rosario Castellanos, que se publicó en 2011, en Sevilla.

Declarada de interés cultural (2014)

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