Inicio

  • Es un ávido misterio, pero la Luna sabe

    Los poemas que siguen pertenecen a “Lengua erótica, antología poética para hacer el amor”, con selección a cargo de Juan Gustavo Cobo Borda, de Colombia, publicada por Villegas Editores, en Bogotá, 2004.

    EUGENIO MONTEJO (Venezuela)

    Dos cuerpos

    Cuántas veces, a tientas, en la noche,
    sueñan dos cuerpos fundirse en uno solo
    sin saber que al final son tres o cuatro.
    Ocurre siempre ante el desnudo de la carne
    y su ávido misterio:
    de pronto un ojo extraño se abre en las almohadas,
    cruzan labios volando por la niebla,
    surgen intempestivas voces
    de olvidados amantes.
    Los espejos protegen a esos duendes
    interpuestos en los jadeos
    y los susurros.
    Nada delata en las alcobas
    sus crueles usurpaciones sentimentales.
    Solamente la luna
    sabe qué manos verdaderas se acarician,
    qué rostros ríen detrás de las máscaras
    y quiénes envueltos en la sombra
    con pasos futivos se reencuentran.
    Solamente la luna que es redonda,
    lenitiva y amarga.

    (Caracas, 1938-Valencia, 2008).

    ROSARIO CASTELLANOS (México)

    Ajedrez

    Porque éramos amigos y, a ratos,
    nos amábamos;
    quizá para añadir otro interés
    a los muchos que ya nos obligaban
    decidimos jugar juegos de inteligencia.

    Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
    equitativo en piezas, en valores,
    en posibilidad de movimientos.
    Aprendimos las reglas, les juramos respeto
    y empezó la partida.

    Henos aquí hace un siglo, sentados,
    meditando encarnizadamente
    cómo dar el zarpazo último que aniquile
    de modo inapelable y, para siempre, al otro.

    (Ciudad de México, 1925-Tel Aviv, 1974).

    ELKIN RESTREPO (Colombia)

    Abrazo

    Lento me deshago de tu abrazo
    que en su cerco aún quiere retenerme
    allí donde el amor nos dejó,
    y contemplo tu dicha
    -pegada aún al oleaje
    que arrimó cielos y tierra-,
    y me deleito en tu desnudez
    salvada de un sueño de estrellas.

    Camino hicieron nuestras bocas,
    camino mis dedos y tus dedos,
    camino rasguños y salivas,
    camino el hambre de nuestros sexos.

    ¿Adónde íbamos?
    A donde el amor nos llevaba.
    ¿Con qué afán?
    Con el afán de montar y desbocar
    nuestros cuerpos
    y convertirlos en un despojo
    de cielo luminoso

    (Medellín, 1972).

    ARMANDO URIBE ARCE (Chile)

    Parte de mí, parte de ti

    Parte de mí, parte de ti,
    está en el suave contacto de las pieles
    que como si fueran tigres de sexo contrario
    miran al venado con idéntico ojo.

    Pero somos hombre y mujer y no tigres
    y estamos en un lugar civilizado
    donde se apagan las luces solamente de noche
    y se requieren dientes de marfil en el día.

    Y lejos de nuestra piel
    los trigres de la leyenda se quejan;
    despojados de sus bellos instintos
    vagan por una selva de tedio azul.

    (Santiago, 1933-ib. 2020).

    JUANA DE IBARBOUROU (Uruguay)

    La cita

    Me he ceñido toda con un manto negro.
    Estoy toda pálida, la mirada extática.
    Y en los ojos tengo partida una estrella.
    ¡Dos triángulos rojos en mi faz hierática!

    Ya ves que no luzco siquiera una joya,
    ni un lazo rosado, ni un ramo de dalias.
    Y hasta me he quitado las hebillas ricas
    de las correhuelas de mis dos sandalias.

    Mas soy esta noche, sin oros ni sedas,
    esbelta y morena como un lirio vivo.
    Y estoy toda ungida de esencias de nardos,
    y soy toda suave bajo el manto esquivo.

    Y en mi boca pálida florece ya el trémulo
    clavel de mi beso que aguarda tu boca.
    Y a mis manos largas se enrosca el deseo
    como una invisible serpetina loca.

    ¡Descíñeme, amante! ¡Descíñeme, amante!
    Bajo tu mirada surgiré como una
    estatua vibrante sobre un plinto negro
    hasta el que se arrastra, como un can, la luna.

    (Melo, 1892-Montevideo, 1979).

    MEIRA DELMAR (Colombia)

    La otra

    No soy la que te ama.

    Es otra,
    que vive, con su alma
    dentro de mí.

    A veces, tú lo sabes,
    cierro los ojos para
    no caer en los tuyos,
    y te hablo del viento
    quien escribe la mañana
    en su libro de viajes,
    y digo sonriendo
    que algún día me iré.

    Ella, la enamorada,
    cruza entonces las venas y me toca
    de lumbre el corazón.

    Y te mira en silencio.
    A través de mis párpados, te mira
    olvidándose de ti.

    ¡Y de pronto te besa con mi boca,
    y crees que soy yo
    la que te besa!

    (Barranquilla, 1922-Ib. 2009).

    MIGUEL HERNÁNDEZ (España)

    Cancionero y romancero de ausencias
    45

    El amor ascendía entre nosotros
    como la luna entre las dos palmeras
    que nunca se abrazaron.

    El íntimo rumor de los dos cuerpos
    hacia el arrullo un oleaje trajo,
    pero la ronca voz fue atenazada.
    Fueron pétreos los labios.

    El ansia de ceñir movió la carne,
    esclareció los huesos inflamados,
    pero los brazos al querer tenderse
    murieron en los brazos.

    Pasó el amor, la luna, entre nosotros
    y devoró los cuerpos solitarios.
    Y somos dos fantasmas que se buscan
    y se encuentran lejanos.

    (Orihuela, 1910-Alicante, 1942).

Declarada de interés cultural (2014)

Logo del Ministerio de Cultura