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  • Tocar hasta el fin. Y que se alegren las sombras

    JORGE LUIS BORGES

    A Johannes Brahms

    Yo que soy un intruso en los jardines
    que has prodigado a la plural memoria
    del porvenir, quise cantar la gloria
    que hacia el azul erigen tus violines.
    He desistido ahora. Para honrarte
    no basta esa miseria que la gente
    suele apodar con vacuidad el arte.
    Quien te honrare ha de ser claro y valiente.
    Soy un cobarde. Soy un triste. Nada
    podrá justificar esta osadía
    de cantar la magnífica alegría
    -fuego y cristal- de tu alma enamorada.
    Mi servidumbre es la palabra impura,
    vástago de un concepto y de un sonido;
    ni símbolo, ni espejo, ni gemido,
    tuyo es el río que huye y que perdura.

    (Buenos Aires, 1899 – Ginebra, 1986)

    GONZALO ROJAS

    Adiós a John Lennon

    Acostúmbrate, John, a verlas por el periscopio
    de mármol, a palparlas
    desde ahí tan lejos en tu escafandra
    de raso,
    ah y por liturgia
    aunque sea sábado y sigas
    teniendo 22 tocando
    durmiendo toca hasta el fin,
    estremecimiento de diamante,
    no
    huelas la locura de estas rosas.

    (Lebu, 1916 – Santiago de Chile, 2011)

    JORGE ARTEL

    La cumbia

    Hay un llanto de gaitas
    diluido en la noche.
    Y la noche, metida en ron costeño,
    bate sus alas frías
    sobre la playa en penumbra,
    que estremece el rumor de los vientos porteños.
    Amalgama de sombras y de luces de esperma,
    la cumbia frenética,
    la diabólica cumbia,
    pone a cabalgar su ritmo oscuro
    sobre las caderas ágiles
    de las sensuales hembras.
    Y la tierra,
    como una axila cálida de negra,
    su agrio vaho levanta, denso de temblor,
    bajo los pies furiosos
    que amasan golpes de tambor.
    El humano anillo apretado
    es un carrusel de carne y hueso,
    confuso de gritos ebrios
    y sudor de marineros,
    de mujeres que saben a la tibia brea del puerto,
    al yodo fresco del mar,
    y al aire de los astilleros.
    Se mueve como una sierpe
    sonora de cascabeles,
    al compás de los chasquidos
    que las maracas alegres
    salpican sobre las horas
    desmelenadas de ruido.
    Es un dragón enroscado
    brotado de cien cabezas,
    que muerde su propia cola
    con sus fauces gigantescas.
    ¡Cumbia! -¡danza negra, danza de mi tierra!
    ¡Toda una raza grita
    en esos gestos eléctricos,
    por la contorsionada pirueta
    de los muslos epilépticos!
    Trota una añoranza de selvas
    y de hogueras encendidas,
    que trae de los tiempos muertos
    un coro de voces vivas.
    Late un recuerdo aborigen,
    una africana aspereza,
    sobre el cuero curtido donde los tamborileros,
    -sonámbulos dioses nuevos que repican alegría,
    aprendieron a hacer el trueno
    con las manos nudosas,
    todopoderosas para la algarabía.
    ¡Cumbia! Mis abuelos bailaron
    la música sensual. Viejos vagabundos
    que eran negros, terror de pendencieros
    y de cumbiamberos
    en otras cumbias lejanas
    a la orilla del mar…

    (Cartagena de Indias, 1909 – Malambo, Colombia, 1994)

    JAIME SABINES

    La música de Bach mueve cortinas
    en la mañana triste, y un viento con amores
    se desliza en las calles y en los corazones.
    Nadie sabe por qué, pero se alegran
    las sombras y los hombres
    como si Dios hubiese descendido a fecundarlos
    y en el asfalto espigas de oro florecieran.
    En el día de hoy el sol se ablanda
    y mansa luz como un aceite unta
    a los cansados y a los tristes.
    Un canto para sordos se desprende de las cosas
    y esa terrible dulzura que es Dios insoportable
    contagia la salud de un pecho a otro.
    Es la hora interminable, la inasible,
    la eternidad que dura un abrir y cerrar de ojos.
    (Mientras esto he dicho, el día se ha partido en
    dos como una granada madura.)

    (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas 1926 – Ciudad de México, 1999)

    ELVIO ROMERO

    Guitarra de sembradores

    Contorno y geografía de sueño y de madera,
    tienes, guitarra, soles que encienden la garganta,
    ecos que condecoran la sangre con estruendo,
    el corazón con brasas.
    Cristal de miradores aflorando en el pecho,
    vena de nuestra voz, terrón arrebatado,
    endurecida gota de arboledas sonoras,
    de tórrido remanso.
    Tienes una armadura de forestal silencio
    y áridas bocanadas de estos desiertos áridos,
    golpeándonos por dentro con sus sordos secretos
    de arpegios incendiados.
    Veo en las madrugadas duras manos que cogen
    tu cuerpo, hasta apretarlo contra otro cuerpo duro,
    desembocando en él para empezar el día
    con vértigo profundo.
    Son como marejadas que llegan a ribera
    y extienden en reposo sus olas más feroces.
    Litoral de madera: tu caja es una orilla
    donde cantan los hombres.
    Dejan allí sus venas, su amor, de cara al viento,
    orlados por el sol que las raíces quema,
    mientras van arrojando semillas con las manos
    en las amargas tierras.
    Que tienen la epidermis soleada y te enamoran
    con áspera caricia, con raptos torrenciales,
    y te dejan sus nervios, su corazón, sus huesos
    y su canto anhelante.
    Hace falta tocar, coger la más profunda
    fibra de hervor caliente o sol desparramado,
    para tener la boca ardiente y encendida
    y seguir caminando.
    Firmes manos te toman de la firme cintura,
    firmes manos de suave sudor y antigua sangre,
    con una vocación de acuchillar tristezas
    besando sus cordajes.
    Son hombres que perforan su pecho con tu caja
    para enterrarte en él como en rojo relámpago,
    hasta que allí te envuelva su cotidiana fiebre
    de sueño y arrebato.
    Son hombre todos llenos de relente y boscaje,
    cálices de la vida, generosos y fuertes,
    que cantan y te sienten y están amaneciendo,
    que gritan y te sienten.
    Toca, guitarra plena, amanecida, toca
    la cuerda popular, la más caliente y densa,
    aunque rompa tu cuerpo sonoro su mensaje,
    su vibración tremenda.
    Y entonces cuando vistas ese ardiente ropaje
    de las cosas que tienen color de nuestros actos,
    pondré tu arquitectura de madera profunda
    sobre el pecho, cantando.

    (Yegros, Paraguay, 1926 – Buenos Aires, 2004)

    OLAVO BILAC

    Música brasileña

    A veces tienes el fuego soberano del amor:
    En tu cadencia encendida en requiebros
    Y en encantos de impureza,
    Encierras todo el hechizo del pecado humano.

    Sobre esa voluptuosidad sin embargo, vaga la tristeza
    De los desiertos, de las selvas y del océano:
    Poracé bárbara, banzo africano,
    Y suspiros de la trova portuguesa.

    Eres samba y jongo, xiba y fado,
    Cuyos acordes son deseos y orfandades
    De salvajes, cautivos y marinos:

    Y consistes en tristezas y pasiones,
    En dolor lascivo, en el beso de tres nostalgias,
    Flor amorosa de tres razas tristes.

    (Río de Janeiro, 1865 – ib. 1918)

    ATAHUALPA YUPANQUI

    Romance de la luna tucumana

    Bajo el puñal del invierno
    murió en los campos la tarde,
    con su tambor de desvelos
    salió la luna a rezarle

    Rezos en la noche blanca
    tañen las arpas del aire,
    mientras le nacen violines
    a los álamos del valle

    Zamba de la luna llena
    baila la noche en las calles
    con su pañuelo de esquinas
    y su ademán de saudades

    Se emponchan de grises nieblas
    los verdes cañaverales,
    y caminan los caminos
    con una escolta de azahares

    La noche llena de arpegios
    la copa de los nogales,
    el tamboril de la luna
    cuelga su copla en el aire

    Zamba de la luna llena
    baila la noche en las calles,
    con su pañuelo de esquinas
    y su ademán de saudades
    Mi corazón bate palmas
    con las manos de mi sangre
    mientras, cansada, la luna
    se duerme sobre los valles.

    (Pergamino, Provincia de Buenos Aires, 1908 – Nimes, Francia, 1992).

    (El 22 de noviembre se celebró en varios países el Día de la Música. Esta fecha tiene raíz religiosa, pues fue instituida en 1594 en homenaje a Santa Cecilia, “patrona de la música”, según la decisión del papa Gregorio XIII. En cambio, en 1975, la UNESCO instituyó el Día Internacional de la Música, aunque en varios países, como se vio en noviembre, celebran en jornadas diferentes a la de esta declaración).