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  • Rainer María Rilke / La infinita alabanza

    Dedicatorias

    Di, oh poeta, ¿cuál es tu quehacer?

    -Yo celebro

    Más lo mortífero y lo monstruoso,
    ¿cómo lo arrostras, cómo lo soportas?

    -Yo celebro.

    Mas lo que no tiene nombre, lo anónimo
    ¿cómo lo llamas no obstante, oh poeta?

    -Yo celebro.

    ¿De dónde tu derecho a la verdad
    bajo aquella máscara o este disfraz?

    -Yo celebro.

    ¿Y por qué la quietud y el arrebato
    como estrella y tempestad te conocen?

    -Porque celebro.

    Esta es la nostalgia

    Esta es la nostalgia; habitar en la onda
    y no tener patria en el tiempo.
    Y éstos son los deseos: quedos diálogos
    de las horas cotidianas con la eternidad.

    Y eso es la vida. Hasta que de un ayer
    suba la hora más solitaria de todas,
    la que sonriendo, distinta a sus hermanas,
    guarde silencio en presencia de lo eterno.

    Canción de amor

    ¿Cómo habré yo de contener mi alma
    para que no toque a la tuya? ¿Cómo
    alzarla sobre ti hacia otras cosas?
    Ay, con qué gusto la hubiera alojado
    junto a algo perdido en la oscuridad,
    en un lugar extraño y silencioso,
    que no vibre si tú en lo hondo vibras.

    Pero todo lo que a ambos nos atañe
    nos enlaza, a ti y a mí, como un arco,
    que de dos cuerdas arranca una voz.
    ¿Sobre qué instrumentos estamos tendidos?
    ¿Qué violinista nos tiene en la mano?
    ¡Oh dulce canción!

    Sonetos a Orfeo
    (Primera parte)

    IX

    Sólo el que ya alzó la lira,
    también entre las sombras,
    podrá decir, presintiendo,
    la infinita alabanza.

    Sólo el que de la amapola
    comió con los muertos, de ella,
    su son más impercetible
    ya nunca perderá.

    Aunque a menudo el reflejo
    en el agua se nos borre:
    ¡experimenta la imagen!

    Sólo en el doble reino
    serán las voces
    eternas y dulces.

    (Segunda parte)

    III

    Espejos: nunca se ha descrito aún,
    con lucidez, qué sois en esencia.
    Como a los agujeros de un cedazo
    los vacíos del tiempo os van llenando.

    Disipáis los vacíos de las salas
    cuando atardece, hondos como bosques…
    Y el candelabro, como cuerna añosa,
    pasa por vuestro espacio intransitable.

    A veces estáis llenos de pinturas.
    Algunas penetraron en vosotros,
    a otras las rechazáis con timidez.

    Pero la más hermosa quedará,
    hasta que en sus mejillas encerradas
    entre Narciso, en claridad disuelto.

    VI

    Oh tú, entronizada rosa, para los antiguos
    eras un cáliz de borde sencillo.
    Para nosotros eres la flor plena e infinita,
    un objeto inagotable.

    En tu riqueza luces vestido sobre vestido
    alrededor de un cuerpo hecho tan sólo de esplendor;
    pero a la vez cada uno de tus pétalos
    es como un negar y rehusar todo ropaje.

    A través de los siglos nos llega tu perfume,
    llamándonos con sus nombres más dulces;
    de pronto descansa como un loor en el aire.

    Pero no lo sabemos nombrar, lo adivinamos…
    Y va a incorporarse a él el recuerdo
    que suplicamos en las horas de evocación.

    (De “Elegías de Duino y otros poemas”, en edición de J.G. Cobo Borda, colección Poesía Europea Contemporánea, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1988. Rainer María Rilke nació en Praga, en 1875. “Elegías de Duino” y “Sonetos a Orfeo” son consideradas sus obras cumbre, con una influencia muy extendida en la literatura universal. Fue también novelista. La primera versión de “Elegías de Duino” le tomó diez años. El nombre refiere al castillo de Duino, cerca de Triestre, donde pasó poco más de medio año, antes de viajar a España, donde visitó numerosas ciudades. Murió en Raroña, Valais, Suiza, en 1926. En los primeros días de 2025 comenzaron a anunciarse actividades de recordación, homenajes y encuentros, por tratarse del año del ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Rilke).

Declarada de interés cultural (2014)

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