Inicio

  • Floridor Pérez (Chile) / Un poema puede ser explosivo

    La victoria

    Me pusieron contra la pared, manos arriba.
    Me registraron meticulosamente.

    Sólo hallaron retratos con tus ojos
    y una antología con mis versos.

    Noches sobe la piedra.
    Días tras la alambrada

    No saben -nos decían- qué les espera
    Pero yo sabía.

    Tras días piedra meses muro
    Tú me esperabas a la puerta del cuartel

    ¡y ésa fue mi victoria!

    Pre-epitafio

    Aquí ni siquiera yace
    pues no ha muerto todavía
    un tipo que día a día
    cargó la cruz que a Dios pace:
    plantó un árbol, hizo clases
    le dieron y dio lecciones,
    tuvo hijos, publicaciones
    y -de serle concedido-
    reeditará lo vivido
    con dos o tres correcciones.

    Allá no miento

    Recorren mis libros como un campo minado.
    Saben que un poema puede ser explosivo
    pero ignoran que el detonante es el lector

    Bayonetean tu jardín, cavan el huerto
    pero sólo hallan raíces, semillas
    que florecerán cuando se vayan.

    Aguafiestas

    Del primero al reciente septuagésimo
    se ha comido mi torta de cumpleaños.

    Mis tónicos, remedios, analgésicos
    le han hecho tanto bien, como a mi daño.

    Se ha nutrido del calcio de mis huesos
    el caldo de mis venas la hizo fuerte.

    ¿No habré vivido más que para eso:
    alimentar a la insaciable Muerte?

    Natacha en casa

    Ciertamente tu casa tiene puerta
    -esa frontera entre tu mano y mi soledad-
    pero es una ventana que te abre a la memoria
    y aunque te retrataste de varias maneras
    y caminamos entrelazados
    o te mire dormir
    tú serás para mí la niña que amasa:
    el rostro de la niña que hace pan tras la ventana
    -manos enharinadas, se supone-
    y en el talle un ritmo de velero.

    Bajo el porrón en ruinas
    entonas a media voz
    canciones que pasaron de moda
    antes que aprendieras a cantar
    pero que nunca fueron realmente oídas
    pues hablan de una muchacha que sólo puedes ser tú
    como nadie más pudo ser esa doncella
    como el lirio entre las espinas
    que yo leo a la sombra de tus cerezos

    Porque las palabras no son lo que son
    sino lo que nos dicen
    y tú dices: -pasemos a la mesa-
    sin pensar que tu boca despierta mi apetito.
    Al hambriento que te devora
    le ofreces pan de tu horno
    al insaciable que en la puerta de tu casa
    lo quema el adiós.

    Nació en Yates, Cochamó, Región de los Lagos, Chile, en 1937. Se interesó por la poesía siendo niño, así como durante la adolescencia se dedicó a la militancia política. Su primer libro de poesía data de 1965, “Para saber y cantar”. Siguieron, entre otros, “Cielografía de Chile”, 1973; “Chile contado y cantado”, 1981; “Cartas de prisionero”, 1984, publicado en México; “Chilenas i chilenos”, 1986; “Memorias de un condenado a amarte”, 1993; y “Tristura”, 2004. En 1997 lanzó una antología, “Obra completamente incompleta”, que tuvo ediciones corregidas y aumentadas años después. Además, publicó “Pablo Neruda: poesía y prosa autobiográfica”, “Mitos y leyendas de Chile”, “Gabriela Mistral: una lección por aprender”, “Poesía chilena del deporte y los juegos”, entre muchas otras obras. Fue tres veces finalista del Premio Altazor, en 2005, 2006 y 2010. Está incluido en numerosas antologías y en “La pasión de los poetas”, del argentino Jorge Boccanera, con un texto basado en conversaciones entre ambos. Murió en Santiago de Chile, en 2019.

Declarada de interés cultural (2014)

Logo del Ministerio de Cultura