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Chile perdió los “Cuadernos de Temuco” de Neruda
Son los originales de los primeros poemas del autor, comprados por la Universidad de Texas en una subasta en Londres.
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Poesía e inteligencia artificial: “Nada nuevo bajo el sol”
Maite López Las Heras, poeta y traductora, considera que las máquinas no podrán aportar nada parecido a la sensibilidad humana.
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El surrealismo fue digerido pero, tras cien años, “regurgita”
Así opinó Humberto Díaz-Casanueva, poeta y ensayista chileno, quien destacó los aportes al movimiento que se verificaron en su país.
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Ibáñez: los poetas escriben canciones “sin darse cuenta”
El compositor y cantante español reivindica al humanismo para hacer frente al fascismo y a “la barbarie del siglo XXI”.
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La poesía es lo que la humanidad tiene en común, dice Adonis
El poeta sirio, al recibir el premio Joan Margarit, se mostró cauteloso frente al cambio de régimen en su país.
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“La voluntad de la tierra”, poemas en 22 lenguas americanas
Abarca a poetas de pueblos originarios de México, que son la mayoría, y de Colombia, Ecuador, Guatemala, Paraguay y Perú.
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Savia, exuberancia
ANTONIO GAMONEDA
La naranja en tus manos, su resplandor, ¿es para siempre?
Cerca del agua y del cuchillo, ¿una naranja en la oquedad
eterna?Fruto de desaparición. Arde su exceso de realidad entre
tus manos.—
Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar
mi corazón.Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre
sombras, pero, ¿qué hago yo delante del abismo?Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de
significado.(Oviedo, España, 1931. De “Lengua y herida”, colección Musarisca, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2004).
JOSÉ EMILIO PACHECO
La enredadera
Verde o azul, fruto del muro, crece.
Divide cielo y tierra. Con los años
se va haciendo más rígida, más verde.
Costumbre de la piedra, cuerpo ávido
de entrelazadas puntas que se tocan.
Llevan la misma savia, son una misma planta
y también son un bosque. Son los años
que se anudan y rompen. Son los días
del color del incendio. Son el viento
que atraviesa la luz y encuentra intacta
la sombra que se alzó en la enredadera.El cardo
El cardo es pura hostilidad.
Inmóvil escorpión, acecha y sabe
que alguien irá a clavarse en sus púas.Planeta de odio, error de la tierra.
El cardo sólo sirve para herir,
sólo tiene lenguas
para la injuria.Quiere vengarse de ser cardo.
Es la ofensa a todo,
el erizo que se difunde
para clavar su pica de rabia.Y al cumplir su función morirse.
(Ciudad de México, 1939-Ib. 2014). De “Tarde o temprano (Poemas 1958-2009)”, Tusquets editores, Barcelona, 2010).
LUIS ALBERTO CRESPO
Enredadera
Haz conmigo lo que haces con el muro
Te hablo a ti
que sanas la gravedad de las grietashace tiempo que duro detrás de mi ropa
y me ocurre lo mismo.(Carora, Venezuela, 1941. De “La misma vez”, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 2013).
JOAQUÍN GIANNUZZI
Uvas rosadas
Este breve racimo
de uvas rosadas pertenece
a otro reino.
Yace, sobre mi mesa,
en la fría integridad de su peso terrestre
mientras yo permanezco silencioso
imposibilitado
de oponer mi vida a su carnal exuberancia.
Casi con horror admiro allí
la dura tensión del agua
hacia la piel mortal
como una realidad insoportable.
He aquí un remoto acontecer:
todo transcurre del otro lado, fuera
del rumor insensato
de la existencia humana.
Comprendo que hay un límite
cuyo paso en el tiempo
me está vedado
de modo que el puro conocimiento
sólo cabe en la mera travesura de la mente.
Más allá está la misma tierra
a la que regresamos como extraños;
en el racimo de uvas rosadas yace
la imagen de otro regreso
y este enigmático existir
dulcemente en el rosa
tiende a cumplir el ciclo
que comenzó, radiante, en el verde lejano.
Otros días transcurren
aquí, en otro espacio
que colmó la inutilidad
de una vida ocupada. Ajeno
a la región de las uvas permanece
mi estupor desalentado;
pero nunca la esperanza
tuvo mejor imagen que esto:
la travesía del límite
que da a lo secreto vendrá
de la misma costumbre de la luz
con que las uvas rosadas
van a entrar en la muerte.(Buenos Aires, 1924-Salta, 2004. De “Obra poética”, Emecé Editores, Buenos Aires, 2000).
CRISTANZIANO SERRICCHIO
Las aceitunas
-Tomá, estas son dos aceitunas,
son especiales: alcanza un tarro,
poca sal
y en pocos días
se vuelven dulces como la miel.Pero las tenés que seleccionar una por una;
descartá las malas, arrugadas y secas,
y elegí las más redondas,
llenas de sabor y de aceite,
brillantes como ojos.Las recogía mi madre, en otoño,
del árbol al lado de la casa de campo
sobre el mar y sus manos
entre las hojas, yo las veía,
se llenaban de aceitunas y de sol:
ahora están quietas en el ataúd.Mi hermana temblaba, arrugada y seca
como una aceituna descartada.
-“Stanzianu” -decía con un relámpago
de llanto y una voz de tumba-,
estos son los últimos frutos.(Monte Sant’Angelo, Italia, 1922-Manfredonia, Italia, 2012. De “Nuevos poetas italianos”, Paradiso Ediciones, Buenos Aires, 2008. Traducción de Rocco Carbone).
Declarada de interés cultural (2014)