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  • María Paulina Briones (Ecuador) / Las horas púrpuras

    Poema de los días

    ¿Quién nos salvará de la cama eterna
    de sus hedores turbios y la tierra?
    aquí los restos la comida de los días los sudores
    de las noches de encierro y agonía
    trina un jilguero
    el silencio crece
    otros ruidos
    materiales todos de mi memoria
    es el viento que nos atraviesa solitario
    un sueño pesado cae en cada cuerpo
    la vegetación se expande durante años
    penetra en la casa de los durmientes
    animales reptantes recorren el asfalto.
    Es una determinación la vida entre tanta muerte

    Abuelos

    Abandonan sus sepulcros como pájaros desorientados
    un aliento que es el mío los ha preparado para el éxodo
    y no sabe el uno que su hijo ha muerto,
    el otro piensa en la biblioteca, ahora esqueleto de la memoria

    Labores inútiles

    El Tiempo me propone las tareas más inútiles
    bordar laboriosamente
    el horno recibe mis creaciones más sofisticadas
    es nuevo el arte de la dificultad
    me convierto en la mejor cocinera
    elaboro exquisitos manjares
    disecciono con la lentitud que ahora me caracteriza
    y hago puntos sospechosos con una lana escarlata
    me regodeo
    ¿para quién cocino?
    Antes rechacé labores domésticas
    me sienta este saber postergado
    una guarida nos acoge
    escapar ya no tiene sentido
    solo la cocción del pan el corte de la cebolla la puntada
    precisa
    las horas púrpuras se despliegan ad infinitum
    cernir el jugo
    fin de la utopía
    la gran odisea
    Soñé con un túnel profundo y ese era el silencio
    como un agujero como un hueco oscuro o un vórtice
    me esforzaba por captar cualquier cosa parecida a un ruido.

    Nocturno II

    Camino entre las sombras de la noche; llueve escasamente,
    y el viento trae los olores de la tierra mojada.
    A esta hora elucubran las estrellas
    ¿Cuál será el fulgor que se apagará primero?
    y rondan las libélulas cansadas
    y caen algunas hojas secas
    y la oscuridad mece la cama que me retiene
    Una sola pastilla no es suficiente. Pero luego,
    los dragones se encienden
    abandonan un sueño milenario
    combustionan sus entrañas
    Iluminan esta lobreguez y despliegan sus alas.

    En silencio brotan las llamas que cortan la noche
    El sueño se propaga con el incendio.

    Los pájaros

    El guaraguao se desplaza por los cielos azules y observa
    no es el único en esta danza de la carroña
    se ha elevado el olor de la carne
    yace ella debajo de los techos de zinc oxidados
    acuna el llanto
    la cal guarece
    inevitable ver a la muerte
    dormir con ella con el corazón menguado
    y el estero arremolinado por el aguaje acompasando los olores de los cuerpos
    los guaraguaos despliegan sus alas y circundan
    el rito es antiguo
    tres incendios
    la fiebre amarilla
    la gripe del murciélago
    una ciudad puede morir tantas muertes
    hay cadáveres que iluminan el fuego del hogar
    y nos aferramos a ellos.

    Premonición

    No son azar los cerros mutilados
    o este brazo de mar como inquietante vitral de la noche
    estrangulada
    es la señal de la muerte que torna las aguas oscuras
    y detiene su dialéctica misión de ser siempre distinta
    otra
    ya nada respira en esta ciudad
    ni las palmeras de la necrópolis de mármoles
    ni los lechuguines inquietos del río seco
    esperamos el milagro de la lluvia con la lengua partida
    tememos nuestra muerte en la sequía
    irónico fin para los habitantes de un puerto.

    Para nadar se necesita fe y unos brazos enormes
    no se trata de flotar aunque se puede levitar en las aguas
    la idea es ir a contracorriente y sortear la fuerza
    desmesurada de la naturaleza
    de una ciudad pantano.
    Una mujer avanza sobre las aguas con la precisión
    de un escualo
    llega al futuro
    isla
    remonta las cascadas y retrocede hacia el porvenir
    combustiona sobre las aguas
    el acto es innombrable aún
    se encargará ella de escribirlo.

    El porvenir las lomas mutiladas
    ni un Ceibo sobrevive
    espectáculo siniestro de reconstrucción y escombros
    los cerros capados crujen los esteros crecen y el agua
    siempre el agua dispuesta a cubrirnos con su olvido.
    La melancolía se extiende en el asfalto

    (Nació en Guayaquil, en 1974. Publicó “Tratado de los bordes o la cercenación del estero”, en 2016, obra con la que ganó el concurso de poesía Ismael Pérez Pazmiño. También “Labor de duelo”, en 2022. Es también novelista y autora de un libro de relatos. En 2012 creó la editorial Cadáver Exquisito, que dirige. Trabaja como docente de Literatura en la Universidad de las Artes).

Declarada de interés cultural (2014)

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