La aproximación de la música a la poesía de Miguel Hernández tuvo un gran hito en España, y llegó con potencia a América Latina, por las composiciones de Joan Manuel Serrat, pero dos años antes de esa iniciativa, en 1971, hace medio siglo, el camino había sido emprendido por Enrique Morente, solo que en el caso del cantaor fue además el primer paso de un largo camino, que recorrió de la mano de otros poetas.
Esta trayectoria de Enrique Morente (1942-2010) tuvo a la vez honda repercusión en el flamenco, con un espíritu de renovación, en lo que el crítico David Pérez Martín define como un período de “respetuosa y creciente separación del academicismo”, en lo que contó con la sociedad de Manolo Sanlúcar en guitarra. Ambos fraguaron “un fructífero tándem, despertando, poco a poco, las vanguardias flamencas”.
En un artículo en Efe Eme, diario de actualidad musical (efeeme.com), Pérez Martín recuerda que a partir de “Homenaje flamenco a Miguel Hernández”, Morente se consolidó como “el gran cantaor de los poetas”.
La lista incluye a Federico García Lorca, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Gustavo Adolfo Bécquer, Luis Cernuda, Miguel de Cervantes, San Juan de la Cruz, León Felipe, Nicolás Guillén, José Hierro, Santa Teresa de Jesús, Manuel y Antonio Machado, entre muchos otros.
El crítico detalla que en el disco de homenaje a Miguel Hernández hay cuatro letras populares y tres poemas, “Niño yuntero”, por malagueñas; “Sentado sobre los muertos”, por romances, y “la eternamente dolorosa ‘Nanas de la cebolla’”.
El artículo en Efe Eme destaca una curiosidad, cual es que en la edición mexicana de “Homenaje flamenco a Miguel Hernández” apareció un cuarto poema “llevado a lo jondo por Morente: ‘Aceituneros’ por peteneras. Esos ‘Andaluces de Jaén’ eran demasiado reivindicativos para los censores franquistas, que lo prohibieron y eliminaron del álbum de la edición española, siendo sustituido por ‘Con la raíz del querer’ por soleares”.
La versión de “Aceituneros”, agrega, recién fue editada en el país en una antología posterior.
No es ajena a Morente la gran acogida mexicana al exilio republicano. El crítico habla de un momento clave en 1971, el viaje del cantaor a ese país acompañado de Manzanita (cantante, 1956-2004). “La libertad que encontró en la capital azteca le marcó profundamente, aumentando la estancia programada de poco más de un mes a ocho. Actuaron una larga temporada en el tablao Matapechos y tejió un gran lazo de amistad con los poetas Luis Rius, Ángel González y un amplio círculo de literatos que le calaron en su ser”.
La nota recuerda palabras de Morente sobre ese hito: “Empecé a liberarme de una serie de miedos, de advertencias: que si la pureza, que si los cánones. En México, Manzanita y yo empezamos a inventar ritmos nuevos, a tocar la guitarra y a cantar de otra forma. De un modo que se descubre, pero que no se aprende”.
Escribe Pérez Martín: “Las armonías y melodías puras del canto doliente de Morente en cada una de las adaptaciones de Hernández encierran y transmiten una jondura que hiere y sana. Solo es necesario escuchar un pequeño fragmento de ‘Sentado sobre los muertos’ o las ‘Nanas de la cebolla’ para sentir cómo confluye la pureza con la renovación de un género que, acercándose a su tiempo, se estaba adelantando al mismo. En 1971 el cante de Morente ya soñaba despierto con ser el arte libre que es y será para siempre”.
La nota original está disponible en este enlace:
https://www.efeeme.com/medio-siglo-del-homenaje-de-enrique-morente-a-miguel-hernandez/
(15.12.21)