En el puente de Brooklyn
Hemos cruzado el puente que hemos visto
tantas veces y vemos que las fotos
o el cine no resumen una mínima parte
de la vida que late en este sitio,
sitio de paso, puente, fantasía
para borrar el agua o la distancia.
Hemos cruzado el puente muy temprano,
lo hemos hecho despacio y hemos visto
las noticias y huellas de la gente
que trabajaba aquí, de sol a sol,
persiguiendo un sueño inalcanzable,
borrar el agua, unir lo separado.
Hemos cruzado el puente y no hemos dicho
ni una sola palabra,
las palabras que estábamos pensando:
no hace mucho que otros
lo cruzaron corriendo bajo lluvia de polvo,
amenazas, peligro.
Lo cruzaron huyendo
y hasta que ves las cosas no se sabe
lo que las cosas son: hasta que no miré
mis pies tranquilos junto a tus pies descalzos,
suspendidos y quietos sobre este mar grisáceo,
no he sabido que el mundo
es un milagro frágil, como el puente de Brooklyn,
como todos los puentes que en la vida hemos hecho.
El miedo y la huida
Cerrar los ojos y que el tiempo pase,
pensar palabras cuyo alcance ignoras.
Medir las horas sin saber qué mides:
cerrar los ojos y que el miedo acabe.
Fingir un sitio donde el viento limpie
las noticias del miedo, lo imborrable.
Abrir ventanas y que nadie venga,
cambiar de mundo, abandonar la casa.
Dejarlo todo cuando el miedo llegue
y cobre el precio de la vida fácil.
Pensar caminos y cerrar la puerta:
abrir los ojos y que quede tiempo.
Punto de partida
Tú vienes de otra parte, yo vivo en otra época,
y ahora estamos en tierras que, al ser tierras de nadie,
nos sugieren espacio y aventuras, regreso.
Tú quisieras quedarte, yo pensaba emigrar,
pero sólo miraba los horarios o el rumbo
de los barcos que nunca fondearon aquí.
Me sentaré a tu lado, me dormiré contigo,
pues quedarse contigo es marcharse muy lejos:
tu mirada me aparta de este clima cerrado,
tus palabras me dicen aquello que no dije.
Las alas de un pájaro
Pienso en ti cuando miro la belleza
de las cosas minúsculas: las alas
de un pájaro que vuela o el silencio
de una piedra apartada del mundo.
Pienso en ti casi siempre. Pienso en ti
sin saberlo. Voy mirando las cosas,
y cada cosa trae alguna cosa tuya,
y todas juntas son lo que tú me has traído:
movimiento y reposo, la certeza
de saber lo que tengo.
Cuando miro las cosas minúsculas del mundo,
te miro a ti: te miro
cuando miro la belleza del mundo.
Último movimiento
Todo está, todo sigue,
parece que las nubes
se mueven o que el aire
las mueve, no se sabe
cuándo las mueve el aire,
sólo sabes que el tiempo,
corazón sin destino,
no se salva, o se salva
con el último verso:
todo está, todo fluye.
Nació en Granada, en 1952. Entre sus obras publicadas figuran “El buzo incorregible”, en 1988; “El precio de los días”, 1991; “La nieve blanca”, 1995; “El horizonte”, 2003; “El desierto, la arena”, 2006; y “Poemas a Milena”, en 2011, obra con la que obtuvo el Premio Internacional Gerardo Diego.
En 2014, su compatriota Erika Martínez publicó una selección de sus poemas, titulada “Un paisaje”.
Asimismo, Rosales publicó en 2008 “Libro de faros”, una antología sobre el faro con prólogo de su autoría, y en 2011 “Memoria poética de la Alhambra”, poemas relacionados con la Alhambra y el Generalife. Poemas suyos fueron incluidos en varias antologías.