Palmeras
Nacemos de la sed. Somos palmeras
que van creciendo a fuerza de perder
sus ramas. Nuestros troncos son heridas,
cicatrices que el viento y la luz cierran,
cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,
ocupa el corazón y lo hace nido
de pérdidas, erige
en él su templo, su áspera columna.
Por eso las palmeras son alegres
como los que han sabido sufrir en soledad
y se mecen al aire, barren nubes
y entregan en sus copas
salomas a la luz, fuentes de fuego,
abanicos a dios, adiós a todo.
Tiemblan como testigos de un milagro
que sólo ellas conocen.
Somos como la sed de las palmeras,
y cada herida abierta hacia la luz
nos va haciendo más altos, más alegres.
Nuestros troncos son pérdidas. Es trono
nuestro dolor. Es malo
sufrir pero es preciso haber sufrido
para sentir, como un nido en la sangre,
el asombro de los supervivientes
al aire agradecidos y estallar
de alta alegría en medio del desierto.
La sed a nosotros
Como una palabra en fuga que se hubiese detenido desnuda para entregar
sus ropas a nuestro deseo y le dijera: – No soy el amor.”
Vladimir Holan
Lo mismo que las calles conducen a otras calles,
los pasos a otros pasos y la sed a nosotros,
la incierta claridad de la mañana
ilumina el cansancio
de buscar sin descanso a quien nos busque.
Tal vez en una esquina de la noche
nos hemos visto y nunca lo sabremos.
Lo mismo que las horas nos llevan a otras horas,
los días a otros días y el dolor a nosotros,
las manos del amante no encontrado
nos entregan un ramo de renuncias
y la promesa de no morir solos.
Mientras, tal vez, su cuerpo,
ahuyentado por nuestra propia urgencia
en encontrarlo, se nos va adentrando
en la sangre, en el sueño,
a través de las calles o ayer o estas palabras.
Cómo estás
A Margherita y Pino
Morí el martes pasado y nadie se dio cuenta.
El mundo siguió igual, cambiando e inmutable.
No hubo anuncio, tormenta ni huracán
ni nubes que dejaran que entre ellas
se colase aquel rayo de luz que aparecía
en las portadas de los catecismos.
Mi hija siguió sirviéndome el té a la misma hora
y yo sigo tomándolo a sorbos sin sabor
con la pajita que ella coloca entre mis labios.
Mi marido me dijo no te vayas,
y yo ya me había ido.
Las visitas me cogen de una mano.
La otra ya no está aquí.
Me traen regalos que ya no me sirven,
y preguntas que no sé responder.
Cómo estoy, por ejemplo,
o qué tal he dormido, qué me apetece, cosas.
Veo, sin abrir los ojos, cómo mueven los labios.
Dicen palabras que ahuyenten su miedo.
Palabras como éstas.
¿Cómo estás?
¿Cómo has dormido hoy?
Morí el martes pasado.
Estoy mejor.
La espada y la pared
(modos y modismos de escribir)
Escribo de puntillas, a escondidas,
a trancas y barrancas,
a tientas, no a sabiendas, al vuelo, a duras penas,
contra viento y marea, a pies juntillas.
Escribo a ratos perdidos los ratos que he perdido.
Escribo entre la espada y la pared,
me agarro a un clavo ardiendo,
me busco las cosquillas.
Escribo al buen tuntún, sin ton ni son, a secas,
a la buena de dios, a lo que caiga.
Escribo a tumba abierta, dando tumbos.
Escribo para no hacer otra cosa,
por puro vicio, por pasar el rato,
para matar el tiempo, el gusanillo,
mil pájaros de un tiro, tiro piedras
a mi propio tejado, porque sí.
Pienso en las musarañas, rizo el rizo,
pierdo ripio, predico en el desierto,
cultivo habas contadas, naranjas de la China,
pongo pies en pared, pierdo las riendas.
Escribo para irme de la lengua,
para que no le puedan crecer pelos,
para que se me vaya el santo al cielo,
para estar en las nubes o en la higuera.
Escribo para no perder el hilo,
para caer de un guindo, si es posible en la cuenta,
para que se me venga el mundo encima.
Escribo entre la espada y la pared
y en lo que digo aquí hay gato encerrado.
Sus ojos verdes brillan por su ausencia.
(Nació en Los Duques, Requena, provincia de Valencia, en 1960. Cuenta con una obra poética publicada muy extensa, desde “Tentativas de un héroe derrotado”, de 1985, seguido por “La palabra cuando”, “La latitud de los caballos”, “Adverbios de lugar”, “Palmeras”, “El cielo vacío” y “La ola tatuada”. Su publicación más reciente es “Narciso y ecos”, de 2017. Entre otros reconocimientos, obtuvo el premio José Hierro, en 1991; el Antonio Machado, 1999; el Jaén de Poesía, 2010; y el Manuel Alcántara y el Fundación Loewe, ambos en 2012).