CARLOS DURMMOND DE ANDRADE
Himno Nacional
¡Necesitamos descubrir el Brasil!
Escondido atrás de las selvas.
Como el agua a la mitad de los ríos,
el Brasil está dormido, pobre.
Necesitamos colonizar el Brasil.
Lo que haremos importando francesas
muy rubias, de pelo suave,
alemanas gordas, rusas nostálgicas para
Gorgonnettes de los restaurantes nocturnos.
Y vendrán sirias fidelísimas.
No conviene despreciar a las japonesas…
Necesitamos educar al Brasil.
Compraremos profesores y libros,
asimilaremos refinadas culturas,
abriremos dancings y subvencionaremos élites.
Cada brasileño tendrá su casa
con buzón y calentador eléctricos, piscina,
salón para conferencias científicas.
Y cuidaremos del Estado Técnico.
Necesitamos alabar al Brasil.
No sólo es un país sin igual.
Nuestras revoluciones son aún mayores
que otras cualesquiera; nuestros errores también.
¡Y nuestras virtudes! La tierra de las pasiones sublimes…
las Amazonas inenarrables… los increíbles Joao-Pessoas…
¡Necesitamos adorar al Brasil!
Bien que sea difícil que quepa tanto océano y tanta soledad
en el pobre corazón lleno ya de compromisos…
bien que sea difícil comprender lo que quieren esos hombres,
por qué motivos ellos se reunieron y
cuál es la razón de sus sufrimientos.
¡Necesitamos, necesitamos olvidar al Brasil!
Tan majestuoso, tan sin límites, tan sin propósitos,
él quiere descansar de nuestro terrible cariño.
¡El Brasil no nos quiere! ¡Está harto de nosotros!
Nuestro Brasil está en otro mundo. Éste no es nuestro Brasil.
No existe Brasil alguno. ¿Existirán acaso los brasileños?
Los hombros soportan el mundo
Llega un tiempo en que no se dice más:
Dios mío.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que no se dice más: mi amor.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el rudo trabajo.
Y el corazón está seco.
En vano mujeres llaman a tu puerta,
no abrirás.
Quedaste solo, la luz se apagó,
Pero en la sombra tus ojos resplandecen
enormes.
Eres todo certeza, ya no sabes sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.
Poco importa que venga la vejez,
¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y él no pasa más que la mano de una criatura.
Las guerras, las hambres, las discusiones
dentro de los edificios
prueban apenas que la vida prosigue
y que no todos se liberaron aún.
Algunos, hallando bárbaro el espectáculo,
preferirían (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que nada se gana con
morir.
Llegó un tiempo en que la vida es una orden.
La vida apenas, sin mistificación.
(De “Veinticuatro poetas latinoamericanos”, Coedición Latinoamericana, de varias editoriales, primera edición en México, 1997. Carlos Drummond de Andrade nació en Itabira do Mato Dentro, Estado de Minas Gerais, Brasil, en 1902. Murió en Río de Janeiro, en 1987. También escribió narrativa y literatura para niñas y niños. Participó de varias publicaciones, entre ellas “Alguna poesía”, de 1930, que reúne textos de tendencias diversas. Después de un período en que escribió una poesía introspectiva, sobre el “sentido absurdo” de la existencia, la Segunda Guerra impactó fuertemente en su visión del mundo, lo que se reflejó en “Sentimiento del mundo”, de 1940. Siguieron obras como “La rosa del pueblo”, “Poemas nuevos”, “Claro enigma”, “Hacendado del aire” y “La vida pasada en limpio”).
JOAQUIM CARDOSO
Poema del hombre durmiendo
El hombre que duerme es un niño,
El hombre que duerme es más puro que un niño, es
un ángel.
Su rostro parece una noche de luna.
Él tiene en las manos el espíritu húmedo de un lago.
Él tiene bajo los ojos la sombra tranquila de las
cosas.
En el lecho en que duermo no quiero mujeres.
Ellas agitan mi cuerpo y perturban mis
sueños.
Para qué manchar así la pureza encantadora del
sueño?
El hombre que duerme está solo,
Vive en un mundo sólo de él, en un mundo diferente
Donde cualquier ley científica puede ser alterada.
El hombre que duerme conoce el milagro.
El hombre que duerme imagina paraísos.
El hombre que duerme es mejor que los muertos.
(De “Visión de la poesía brasileña”, edición bilingüe, con traducción de Ada Méndez y compilación de Thiago de Mello. Edición de la embajada de Brasil en Santiago, Chile, y de Ril Editores, Santiago, 1996. Joaquim Cardoso nació en Recife, el 26 de agosto de 1897, y murió en Olinda, el 4 de noviembre de 1978. Además de poeta, fue cuentista y editor. Como ingeniero civil, colaboró con Oscar Niemeyer en la proyección de numerosas obras. Sus primeras poesías se conocieron en 1924. En 1946, poemas suyos fueron incluidos en una antología de la poesía brasileña a cargo del poeta Manuel Bandeira. También publicó “Poemas”, en 1947, “Poesías Completas”, en 1971, y “El interior de la materia”, en 1975).
DIANA ARAUJO PEREIRA
V
Soy loca por el alma rota y los pies descalzos de la bella
América
Ternura y violencia de siglos, saqueos de pies y de manos, la
frente escondida, la miel añorada, la sonrisa desierta.
Hermosa y triste América Durmiente, soñolienta, envejecida.
América de américas, de lejanías recorridas despacio.
La tarde ahora te convoca al entierro de tu viejo nombre, y te
Conviertes en paseo de vientres y recorrido de pájaros.
(De “Horizontes partidos”, Artepoética Press, edición bilingüe, Nueva York, 2016. Diana Araujo Pereira nació en Río de Janeiro, Brasil, en 1972. Publicó “Vientreadentro”, con Adolfo Monteo Navas, en 2006, y “Otras Palabras/Outras Palavras”, en 2008. Participó en las antologías “Cancionero Pluvial del Iguazú”, en Lima, 2012, y “Multilingual Anthology”, Nueva York, 2014. Es doctora en literaturas hispánicas y docente en la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana en Foz do Iguacu, Brasil).
VINICIUS DE MORAES
Patria mía
Mi patria es como si no fuese, es íntima
Dulzura y ganas de llorar; una criatura durmiendo
Es mi patria. Por eso, en el exilio
Mientras miro dormir a mi hijo
Lloro de nostalgia de mi patria.
Si me preguntan qué es mi patria, diré:
No sé. De hecho, no sé
Cómo, por qué y cuando mi patria
Pero sé que mi patria es la luz, la sal y el agua
Que conforman y vuelven líquido mi dolor
En largas lágrimas amargas.
Ganas de besarle los ojos a mi patria
De acunarla, de pasarle la mano por el pelo…
Ganas de cambiarle esos colores de vestido (¡auriverde!) tan feos
De mi patria, de mi patria sin zapatos
Y sin medias, patria mía
¡Tan pobre!
Porque te amo tanto, patria mía, yo que no tengo
Patria, yo semilla que nací del viento
Y que ni vengo ni voy, yo que me mantengo
En contacto con el dolor del tiempo, yo elemento
De enlace entre la acción y el pensamiento
Yo hilo invisible en el espacio de todo adiós
Yo, el sin Dios
Te llevo sin embargo en mí como un gemido
De flor; te llevo como un amor extinto
Pero al que le juré algo; te llevo como una fe
Sin dogma; te llevo en todo lo que me tiene a disgusto
En este living extranjero con calefacción
Y sin techo alto.
Ah, patria mía, se me viene a la mente una noche en Maine,
Nueva Inglaterra
En que todo pasó a ser infinito y nada era tierra
Y vi cómo Alfa y Beta del Centauro escalaban el monte hasta el cielo
Muchos me sorprendieron parado en medio del campo sin luz
A la espera de que surgiera la Cruz del Sur
Que yo sabía, pero amaneció…
Fuente de miel, bicho triste, patria mía
Amada, idolatrada, ¡salve!, ¡salve!
Qué más dulce esperanza encadenada
El no poder decirte: espérame…
¡No tardo!
Quiero volver a verte, patria mía, y para
Volver a verte me olvidé de todo
Ciego, estropeado, sordo, mudo
Vi mi humilde muerte cara a cara
Desgarré poemas, mujeres, horizontes
Me volví simple, sin fuentes.
Patria mía… Mi patria no tiene florón, no ostenta
Ningún lábaro; mi patria es la desolación
De los caminos, mi patria es tierra sedienta
Y playa blanca; mi patria es el gran río secular
Que bebe nube, come tierra
Y orina mar.
Más que la más garrida mi patria tiene
Un ardor, un querer bien, un bien
Un libertas quae será tamem
Que una vez traduje en un examen escrito
“Liberta que serás también”
¡Y lo repito!
Pongo el oído al viento y escucho la brisa
Que juega con tu melena y la alisa
Patria mía, y perfuma tu suelo…
Qué ganas me vienen de dormir un rato
En tus dulces montes, patria mía
Atento al hambre en tus entrañas
Y al batuque en tu corazón.
No diré cómo te llamas, patria mía
Te llamas patria amada, patriecita
Tu nombre no rima con madre gentil
Vives en mí como una hija, eres
Una isla de ternura: la Isla
Brasil, tal vez.
Ahora la llamo a mi amiga la alondra
Y le pido que le pida al ruiseñor del día
Que le pida al sabiá
Que te lleve enseguida este avigrama:
“Patria mía, saudades de este que te ama…
Vinicius de Moraes”.
(De “Antología sustancial de poemas y canciones”, edición bilingüe, con selección, traducción y notas de Cristian De Nápoli, colección El otro lado / poesía, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2013. El libro incluye una cronología de la vida de Vinicius y un reportaje de 1967. Marcus Vinicius da Cruz de Melo Morais, Vinicius de Moraes, nació en Río de Janeiro el 19 de octubre de 1913 y murió en esa ciudad el 9 de julio de 1980. Aunque el mundo lo recuerda principalmente vinculado con la música, Vinicius comenzó a publicar poesía en 1933, con la obra “O caminho para a distancia” -Schmidt Editora, Río de Janeiro-. Desde entonces, su labor poética fue incesante, como lo reflejan numerosas antologías).