Ángeles Mora / Helado espejo

   El espejo de los espías

Estamos al fin hechos

a cierta imagen y semejanza vana

de esta violencia que se ha llamado vida.

Que cada día

nos arrastra de nuevo

para llevarnos siempre

al mismo sitio.

Así el lenguaje

acaba siempre siendo un animal

herido, un topo que no zapa,

mudo,

helado espejo de los espías.

   Variaciones sobre Wordsworth y Auden

Todas las cosas que me han sido familiares,

esperanza y dolor, ternura y odio,

las leyes que regían nuestros nombres,

no me conocen ya ni las conozco.

Las palabras más limpias que aprendí,

amor y paz,

yacen ensangrentadas cerrando los caminos.

Los discursos más vivos, más honestos

han caído manchados y arrastrados

por los suelos.

Ninguna palabra sobrevivió

a nuestra historia.

Y en un río que pudre hasta los mares,

cínicos y homogéneos nadamos

y guardamos la ropa.

   Las hojas muertas

Igual que me sostiene

la tibia sensación de estar cayendo

por la ladera dulce del otoño

de mi vida, y acaricio

despacio –como vuelan las hojas-

mi cuerpo que ya lleva

el olor de la tarde,

así cae este poema

en el papel dorado de tu carne

y así –voluptuosa-

su letra breve te acompaña.

   Elegía y postal

No es fácil cambiar de casa,

de costumbres, de amigos,

de lunes, de balcón.

Pequeños ritos que nos fueron

haciendo como somos, nuestra vieja

taberna, cerveza

para dos.

Hay cosas que no arrastra el equipaje:

el cielo que levanta una persiana,

el olor a tabaco de un deseo,

los caminos trillados de nuestro corazón.

No es fácil deshacer las maletas un día

en otra lluvia,

cambiar sin más de luna,

de niebla, de periódico, de voces,

de ascensor.

Y salir a una calle que nunca has presentido,

con otros gorriones que ya

no te preguntan, otros gatos

que no saben tu nombre, otros besos

que no te ven venir.

No, no es fácil cambiar ahora de llaves.

Y mucho menos fácil,

ya sabes,

cambiar de amor.

   Los desastres de la guerra

           Por el valle de la muerte… (Tennyson)

Nunca se sabe                 

pero hoy llevo piernas de plomo            

como un ejército cansado           

y silbo entre la gente mi locura              

sin guerra y sin espada,              

sin moral de combate.                

Apenas recordando que tuve un corazón                   

de hierro para el frío.                  

Dicen que no se está de vuelta             

jamás en esta lucha,                   

pero mis pasos torpes por la acera                  

sólo buscan adónde derrumbarse.                   

Que lo más cruel no es este                 

caminar derrotado            

sino el desierto,                

el valle en que murieron los seiscientos…                  

Queríamos amar, amor, amarnos         

cuando aún era posible acariciarte                  

y soñar otra historia.                   

Pero hoy llevo de plomo casi el alma               

como un ejército burlado.            

A ras de tierra mi falda, tu camisa,                  

mojados gorriones            

queriendo alzar el vuelo,             

ignorar las razones de este marzo.                  

A ras de tierra el rostro del engaño.                 

Y es que la vida, amor,               

como la muerte,               

hoy ya sólo es un truco.              

Y para mí que hasta es un truco el mago.

(Nació en Rute, provincia de Córdoba, en 1952. Su primera obra de poesía publicada fue “Pensando que el camino iba derecho”, en 1982. Siguieron “La canción del olvido”, 1985; “La dama errante”, 1990; “Contradicciones, pájaros”, 2001; “La guerra de los treinta años”, 2005; y “Ficciones para una autobiografía”, 2016. Su obra más reciente es “Soñar con bicicletas”, en 2022. Reúne varios reconocimientos en su país, entre ellos el Premio Nacional de Poesía, en 2016, y el Premio Internacional Ciudad de Melilla, en 2000).

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