También reúne haikus, formato japonés que le interesaba al poeta chileno, por ser muy cercano a las estaciones del año.
“Antología de poemas”, como fue titulado el libro de Jorge Teillier (1935-1996), reúne los poemas de tres versos que habían quedado “dispersos” en ediciones precedentes, algunas de hace medio siglo y prácticamente inhallables.
La obra fue publicada por el Fondo de Cultura Económica, con edición a cargo de Ángeles Quinteros, quien dijo que Teillier tenía predilección por el haiku porque “es un tipo de poesía que está muy centrada en las estaciones del año. Entonces tiene mucho que ver con la obsesión de Teillier de hablar del paso del tiempo a través de la naturaleza. Creo que ahí hay un punto en común con este género poético”.
Pero además, informó Pablo Retamal N. en la publicación Culto, del diario La Tercera, la antología contiene poemas inéditos, que conservaba el hijo de Teillier, Sebastián.
Retamal recuerda los fundamentos de la “poesía lárica”, expresados en el ensayo “Los poetas de los lares”, que Teillier publicó en 1965. Allí escribió: “Frente al caos de la existencia social y ciudadana, los poetas de los lares pretenden afirmarse en un mundo bien hecho, sobre todo en el mundo del orden inmemorial de las aldeas y de los campos, en donde siempre se produce la misma segura rotación de siembras y cosechas, de sepultación y resurrección, tan similares a la gestación de los dioses y los poemas”.
Sin embargo, prosigue, tiempo después Teillier negó que la poesía lárica hubiera sido fundada por él: “Eso no lo inventé yo, sino que recogí lo que habían hecho muchos poetas como (Efraín) Barquero, Rolando Cárdenas, que por desgracia murió y que recién ha sido reconocido”.
La poesía de Teillier, explicó Quinteros a la publicación, es de “resistencia”, porque “rescata el lenguaje y el asombro de la infancia, es una poesía de la aldea, de la naturaleza, muy nostálgica, y muy de los objetos. Era capaz de crear universos a partir de una taza de té. Son temas que siguen siendo resistencia frente a la globalización, a la automatización, a la postmodernidad. Un poco como el guardián del mito”.
“Para ángeles y gorriones” fue la primera obra publicada por el autor, en 1956. Siguieron, entre otros, “El árbol de la memoria”, 1961; “Poemas del País de Nunca Jamás”, 1963; “Crónica del forastero”, 1968; la antología “Muertes y maravillas”, de 1971, y con sucesivas reediciones; “Cartas para reinas de otras primaveras”, 1985; y “En el mudo corazón del bosque”, 1997.
Además de Chile, se publicaron antologías en otros países, como “Crónicas del forastero”, en Argentina, y “El árbol de la memoria”, en España.
Entre los reconocimientos que recibió figuran el premio Gabriela Mistral, de 1960, por “Los conjuros”, y el Municipal de Literatura de Santiago, por “El árbol de la memoria”, 1961.
(21/6/22)