El músico español, de 88 años, sigue aferrado a la poesía y se niega a seleccionar una canción para “irse”.
Paco Ibáñez llenó a comienzos de abril el Teatro Coliseum de Madrid, comienzo de una gira en la que se apega a sus canciones “duraderas”, como las define, y en las que el público lo acompaña con fervor, como se vio en la capital española.
“No me gustan las canciones mariposa, que duran veinticuatro horas y luego se esfuman. Una canción no puede tener fecha de caducidad. Y si la tiene, es que ha nacido muerta… Intento que cada canción que sale de mi guitarra y de mi sea duradera, que el siglo que viene la puedan cantar y que tenga vigencia”.
Su relación estrecha con la poesía lo acompaña desde que comenzó a circular su primer disco, “Lorca y Góngora”, que data de 1964. Para entonces ya había vivido junto con su familia el exilio en París, donde se afianzó su interés por la música atraído principalmente por la obra de George Brassens.
Tras la presentación en Madrid, Ibáñez declaró a la publicación El Cierre Digital que concibe esta gira como “una propuesta de amor y dignidad que reivindica el humanismo frente a la barbarie del siglo XXI”.
Tras definir a Brassens como “la capital del mundo de la canción”, la publicación le recordó el espectáculo de 1968 en el Teatro de la Comedia de Madrid, en medio de la acción de la dictadura franquista.
Recordó que en esa época había que presentar al régimen “tres ejemplares de las canciones que se iban a cantar. Unas las aceptaban, otras no. Había una canción que me prohibían siempre en aquella época, ‘Un español habla de su tierra’, de Luis Cernuda. No sé por qué para el Teatro de la Comedia me permitieron todas, menos, claro, la de Cernuda”.
En ese contexto, “antes del del concierto, alrededor del teatro había muchos grises (guardias civiles, NDR). El ambiente era tenso. Y se me ocurrió empezar con ‘La mala reputación’. Cuando llegué a ‘la música militar nunca me supo levantar’ hubo un estallido de euforia. La gente empezó a aplaudir y me tuve que parar y volver a empezar. Al llegar al mismo sitio, se produjo la misma reacción. Fue entonces cuando me di cuenta de que dentro de la sala había grises armados y me preocupé… Al tercer intento, me dejaron continuar y no pasó nada, aunque el ambiente estaba cargado…. cargado de futuro. El deseo de la gente de abrir esa ventana que era España para poder respirar era muy palpable… Sí, ese concierto fue algo impresionante”.
Ibáñez, quien nació en Valencia, en 1934, está radicado en Barcelona, y El Cierre Digital le preguntó por el independentismo catalán. Expresó: “Me gustan los nacionalismos anchos, en el sentido de aceptar el nacionalismo del otro. Hay cuatro gatos estrechos de mente y parece que son los que representan a la mayoría. Pues no es verdad. El catalán es una persona muy civilizada y muy abierta. Yo estoy aquí para testimoniarlo. La prueba es que estoy viviendo en Cataluña y no en otro sitio. Y eso es porque estoy a gusto. Me molestan los anti catalanes, los anti vascos, los anti franceses o los anti españoles, cortos”.
Tras afirmar que “todos tenemos que irnos un día”, se le preguntó a Ibáñez qué canción le gustaría como compañía “en su adiós”. El músico respondió: “Pues no lo sé, la verdad, porque no pienso irme”.
La entrevista completa está disponible en este enlace: