Inicio

  • Rosalía de Castro (España) / Incierto reflejo que alumbra

    Del rumor cadencioso de la onda…

    Del rumor cadencioso de la onda
    y el viento que muge;
    del incierto reflejo que alumbra
    la selva o la nube;
    del piar de alguna ave de paso;
    del agreste ignorado perfume
    que el céfiro roba
    al valle o a la cumbre,
    mundos hay donde encuentran asilo
    las almas que al peso
    del mundo sucumben.

    Estaciones

    Adivínase el dulce y perfumado
    calor primaveral;
    los gérmenes se agitan en la tierra
    con inquietud en su amoroso afán,
    y cruzan por los aires, silenciosos,
    átomos que se besan al pasar.
    Hierve la sangre juvenil; se exalta
    lleno de aliento el corazón, y audaz
    el loco pensamiento sueña y cree
    que el hombre es, cual los dioses, inmortal.
    No importa que los sueños sean mentira,
    ya que al cabo es verdad
    que es venturoso el que soñando muere,
    infeliz el que vive sin soñar.
    ¡Pero qué aprisa en este mundo triste
    todas las cosas van!
    ¡Que las domina el vértigo creyérase!…
    la que ayer fue capullo, es rosa ya,
    y pronto agostará rosas y plantas
    el calor estival.
    Candente está la atmósfera;
    explora el zorro la desierta vía:
    insalubre se torna
    del limpio arroyo el agua cristalina,
    el pino aguarda inmóvil
    los besos inconstantes de la brisa.
    Imponente silencio
    agobia la campiña;
    sólo el zumbido del insecto se oye
    en las extensas y húmedas umbrías;
    monótono y constante
    como el sordo estertor de la agonía.
    Bien pudiera llamarse, en el estío,
    la hora del mediodía,
    noche en que al hombre de luchar cansado
    más que nunca le irritan,
    de la materia la imponente fuerza
    y del alma las ansias infinitas.
    Volved, ¡oh, noches de invierno frío,
    nuestras viejas amantes de otros días!
    Tornad con vuestros hielos y crudezas
    a refrescar la sangre enardecida
    por el estío insoportable y triste…
    ¡Triste!… ¡Lleno de pámpanos y espigas!
    Frío y calor, otoño o primavera,
    ¿dónde…, dónde se encuentra la alegría?
    Hermosas son las estaciones todas
    para el mortal que en sí guarda la dicha;
    mas para el alma desolada y huérfana,
    no hay estación risueña ni propicia.

    Los unos altísimos…

    Los unos altísimos,
    los otros menores,
    con su eterno verdor y frescura,
    que inspira a las almas
    agrestes canciones,
    mientras gime al chocar con las aguas
    la brisa marina de aromas salobres,
    van en ondas subiendo hacia el cielo
    los pinos del monte.

    De la altura la bruma desciende
    y envuelve las copas
    perfumadas, sonoras y altivas
    de aquellos gigantes
    que el Castro coronan;
    brilla en tanto a sus pies el arroyo
    que alumbra risueña
    la luz de la aurora,
    y los cuervos sacuden sus alas,
    lanzando graznidos
    y huyendo la sombra.

    El viajero, rendido y cansado,
    que ve del camino la línea escabrosa
    que aún le resta que andar, anhelara,
    deteniéndose al pie de la loma,
    de repente quedar convertido
    en pájaro o fuente,
    en árbol o en roca.

    Recuerda el trinar del ave…

    Recuerda el trinar del ave
    y el chasquido de los besos;
    los rumores de la selva,
    cuando en ella gime el viento,
    y del mar las tempestades,
    y la bronca voz del trueno;
    todo halla un eco en las cuerdas
    del arpa que pulsa el genio.

    Pero aquel sordo latido
    del corazón que está enfermo
    de muerte, y que de amor muere
    y que resuena en el pecho
    como en bordón que se rompe
    dentro de un sepulcro hueco,
    es tan triste y melancólico,
    tan horrible y tan supremo,
    que jamás el genio pudo
    repetirlo con sus ecos.

    Yo no sé lo que busco eternamente…

    Yo no sé lo que busco eternamente
    en la tierra, en el aire y en el cielo;
    yo no sé lo que busco; pero es algo
    que perdí no sé cuando y que no encuentro,
    aun cuando sueñe que invisible habita
    en todo cuanto toco y cuanto veo.
    Felicidad, no he de volver a hallarte
    en la tierra, en el aire, ni en el cielo,
    y aun cuando sé que existes
    y no eres vano sueño!

    (Nació en Santiago de Compostela, en 1837. Es considerada una autora destacada en España en el siglo XIX. Desarrolló su obra en gallego y castellano. Su poesía se apoya en los dones de la naturaleza, pero no como mera contemplación, sino en conexión con las vivencias humanas más profundas. Una de las obras que evidencian esta fusión es “En la orillas del Sar”, publicada por primera vez en 1884 y reeditada recientemente, en 2023. Antes, en 1863, había publicado el libro de poemas “Cantares gallegos”, que es considerada la primera gran obra literaria editada en esa lengua. Es considerada pionera en la poesía dedicada a la defensa de la naturaleza. Los poemas “Los robles” y “Jamás olvidaré” expresan indignación por la tala indiscriminada en el bosque Banquete de Conxo, al sur de Santiago de Compostela. La poeta murió en Padrón, en 1885).

Declarada de interés cultural (2014)

Logo del Ministerio de Cultura